Di no a la felación - Burkina the revist

Di no a la felación

Ya en su día Sigmund Freud, que de rebuscar sexo, sexo, sexo en cualquier quítame de allá esas pajillas sabía más que la madre de Brian Cohen, descartó cualquier identificación simbólica falo/cigarro. Freud, que era un gran fumador de cigarros, fue al parecer asaltado por una impertinente dama de la liga antitabaco que, con la mala leche que caracteriza a los de su grey, le preguntó:

Doctor, en su opinión, ¿qué significado tiene que esté usted siempre con un cigarro en la boca?
– Ninguno, señora. En ocasiones, un cigarro es solamente un cigarro.

Casi perfecto. Sólo sobra el «En ocasiones».

En ocasiones, no. Un cigarro en la boca es solamente un cigarro en la boca. A ver si se os mete en la mollera. Porque es un problema que, a la mayoría de los hombres, ver a una mujer fumando un cigarro… Y para ejemplo, estas dos… ¿Cantantes? ¿Cantantas? ¿Qué son? ¿Cantantes o cantantas?

Mi recomendación: id directamente al minuto y medio y quitad el sonido al ordenador para ahorraros los gorgoritos.

¡Qué majas! ¿Verdad? Se creerán que han inventado algo. ¡Si esto ya lo hacía Sarita Montiel, hijas mías! ¡Y en los años 40! Y mucho más difícil, que ella no podía ponerse en bañador hortera para poner cachondo al personal.

Burkina quiere derribar mitos estúpidos del mundo del cigarro, y uno de ellos, de los que más me revienta, es el machismo.

Pero no me revienta por idealismo, yo no pretendo ir de nada que no soy, sino por un tema, sobre todo, práctico: estamos cerrando la puerta de una forma muy estúpida a la mitad de la población, a un público potencialmente tan experto y tan exquisito y tan conocedor como puede ser cualquiera de vosotros.

Y tan comprador.

La mujer.

Yo no voy a meterme en tópicos ni en tontunas de si las mujeres tienen más sensibilidad o más fino el olfato o si son más listas o más rubias ni en si saben leer mapas.

No. Paso. Me da pereza.

Además, no saben leer mapas. Pero ésa no es la cuestión.

La semana pasada tuve la suerte de entrevistar a Raquel Quesada, de MATASA, hija de Manuel Quesada (Casa Magna), una profesional del mundo del cigarro, sí joven y sí guapa pero que no se queda en eso. Me dice que no duerme en la fábrica porque no hay camas; que es responsable de las compras de tabaco de su compañía y de las nuevas ligas y desarrollos de una empresa que tiene una tradición de más de 40 años en el mundo del cigarro premium, que representa a una cartera de marcas serias que tienen ya un gran prestigio en muchos mercados.

Pues está hasta las narices de que muchos piensen que es un florero. Normal.

Es ella quien está, en su parcela, tomando las decisiones en MATASA. Decisiones que son cruciales para que lo que llega a los fumadores sea bueno (o malo). Si mejora, o si empeora… La responsabilidad es de Raquel Quesada. Y siente tanta pasión por el tabaco como su padre quien, por supuesto, con bigote o sin él, es ya un grande de nuestro sector reconocido a nivel mundial.

Otra gran mujer de los cigarros, a la que aprecio un montón, porque me ayudó mucho y yo he tratado siempre (en mi modestia) de ayudarla, es Maya Selva. Sus cigarros, Flor de Selva, no acaban de despegar en España para mi gusto de manera absolutamente incomprensible porque una cosa sí se puede decir de ellos: son diferentes.

Maya es una gran tipa que se pelea en un mundo de hombres desde hace años, que adora sus cigarros y los llama, muy acertadamente, «una propuesta de sabor«. Una propuesta para la que España, tal vez, no esté preparada aún. Quizá sea por eso.

Yo tuve la inmensa fortuna de estar en Honduras, en Danlí, con ella en su fábrica, San Judas Tadeo, y me hice un trayecto en coche de Danlí a Tegucigalpa (conducía ella, porque las mujeres no saben leer mapas) mientras Jesús Bernad y yo la entrevistábamos.

Me contó lo idiotas somos los tíos, pero muy finamente, cuando me pidió que, por favor, no publicara ninguna foto en la que ella saliera con el puro en la boca. ¿Cierto Jesús?

Y es que tenéis que desterrar esa imagen de vuestro ideario.

Sobre todo los que estáis todo el día con el puro en la boca… Amigos.

Ahí. Dándole que te pego. Que sois los peores.

Hay que dar la bienvenida a la mujer al mundo del cigarro sin compararla con nada, sin simbologías y sin prejuicios. Hay mujeres que son como gañanes de Villaviciosa del Celemín y mujeres con tanto estilo como Zino Davidoff. Hay mujeres que tienen una nariz de oro y las hay que ni se lo huelen. Hay mujeres que saben de vino y de destilados más que 100 hombres y mujeres que sólo saben que su marido vino a casa bebido anoche. ¡Hay de todo!

Eso sí: ninguna sabe leer un mapa.

Pero si cada vez que una mujer se enciende un cigarro, hay frente a ella un Pajares y un Esteso gruñendo como cromañones, dándose codazos y arqueando las cejas, resucitamos a Sarita Montiel y las echamos del mundo de los puros. Y es una pena… con lo que costó jubilarla.

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