Una declaración de intenciones - Burkina the revist

Una declaración de intenciones

Ha querido la mala suerte que, justo, el día en que he elegido el nombre de Burkina para mi nuevo blog, un comando yihadista, supuestamente pereneciente a Al Qaeda, ha perpetrado la enésima masacre de este mundo idiota. Y ha sido en Ouagadougou, capital de Burkina Faso, donde yo pensaba ubicar mi fantasía libertaria.
Por supuesto, lamento tremendamente lo ocurrido, pero esto no va a trastocar mis planes. Burkina tiene que ser un espacio de libertad responsable lo que hace que, por desgracia, no tenga una localización geográfica física porque es utópica al más puro estilo de la isla de Tomás Moro. Nadie en el mundo, y mucho menos en España, entiende el binomio «libertad responsable». ¿He dicho ya «mundo idiota»?
No. Idiota, no. Mundo simio.
Para bien o para mal, debo atribuirle la ocurrencia del nombre a mi antiguo compañero de blog, Hormon Wells, cuyo sarcasmo sobre la realidad democrática española yo seguí con entusiasmo: el penoso nivel de los políticos españoles y de la discusión política, en general, le llevaba a pedir la ciudadanía de Burkina Faso y yo, convencido detrás de él, igualmente horrorizado, pensé de pronto en ese espacio de verdadera libertad que podría ser escribir desde la emigración de Ouagadougou.
Dar distancia me vino bien en el pasado.

Quizá se trate de eso. De dar distancia.

Bienvenidos a Burkina, un espacio de libertad responsable para el mundo de los sentidos,  capitaneado por los cigarros de alta regalía, pero de cualquier producto o servicio relacionado, donde no existe más que una regla, una declaración de intenciones: ser amo de lo que se escribe, dar razones, porque en Burkina se puede decir cualquier cosa, siempre que se razone. Por lo demás, libertad total para comportaros como yo mismo: señor de mis gustos, amo de mis sensaciones, maestro de mis formas, dueño de mis costumbres y esclavo de mis manías. Porque más allá está la selva y, en su corazón, «el horror, ah, el horror». Burkina es la verdadera libertad, pero responsable porque, ojo, aquí «el muerto se paga».

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