VI Aniversario - La capa de Eladio - Burkina the revist

VI Aniversario – La capa de Eladio

He estado un poco ausente esta semana. Entre los viajes y un arrechucho que me dio el jueves… Nada muy chungo, pero he vomitado cosas que ni siquiera recordaba haberme comido. Os voy a ahorrar los detalles. Ha sido algo como cuando le abren la panza a un tiburón en las películas y se encuentran dentro… Yo qué sé… Un señor muy amable con gabardina y bombín y tomando el té. Tengo alguna cosa por ahí pendiente de publicar. Lo haré. Antes o después, lo haré. Hoy toca el VI Aniversario y rescatar una entrada que publiqué el 26 de febrero de 2016: la capa de Eladio.

LA CAPA DE ELADIO

Me viene al pelo, además, porque el jueves por la mañana, antes de la tormenta estomacal, estuve tomando un café con mi amigo Simón Beltre, SB Cigars. Simón había llegado precisamente de República Dominicana con un regalo para mí de parte de Eladio Díaz, quien ha sido hasta hace bien poco maestro de ligas y responsable de calidad de Davidoff.

Esta maravilla:

La foto no es tan buena como el cigarro, pero sí da fe de lo que es una capa bien seleccionada, bien tratada, bien añejada y bien conservada. No es un cigarro comercial. No se puede comprar en un estanco y sólo tengo uno… Y me lo voy a fumar, claro que sí.

Lo voy a disfrutar cuanto antes, en tanto que de rosa y azucena se muestre la color en su gesto, y si da la mitad de lo que promete, después tendré muchas ocasiones de recordarlo y, por tanto, revivirlo.

No me enrollo más: «La capa de Eladio», camino de las 1001 entradas en Burkina The Revist.

LA CAPA DE ELADIO

Da gusto madrugar, coño. Ya lo dice Jesús Llano: «Al que madruga, Dios le apoya«.

Aún estaba saboreando mi café mañanero cuando me ha llegado un wassap de República Dominicana con una buena noticia.

Raúl Rodríguez de Alba, el director de La Cava de Cigarros, me trae un cigarro de parte de Eladio Díaz, master blender de Davidoff.

Alguien me lo ha chivado, no voy a decir nombres (soy un profesional), pero a estas horas todavía quedan algunos golfos apandadores rezagados de la cena de blanco del IX Procigar Festival dando vueltas por Santiago de los Caballeros y yo, mi madre bien lo sabe, siempre me he llevado con lo canalla, con lo crápula.

Aunque, como bien dice mi hija Ana, bajo este aspecto de irresistible latin lover, de aguerrido Rodolfo Valentino, hay un San José. Y dice eso porque ella desconoce la figura del Casto José.

Bueno, que algún pájaro andaba suelto. La cosa parece que va de Biblia, pero todos sabemos que «en casa de María de Magdala las malas compañías son las mejores«.

UN CUARTO CORTE

Eladio Díaz me regaló un cigarro en República Dominicana este verano con una capa achocolatada cuya grasa aún está adherida a mis dedos. De vez en cuando, acaricio despacio con la yema del dedo gordo las huellas dactilares del resto de mis dedos, como si fuera un italiano pidiendo dinero, y creo aún sentir el tacto terso, sensual, de aquella capa.

No sólo la olí, para notar la frescura amarga, herbácea, de su aroma, sino que me acaricié con el cigarro la punta de la nariz una y otra vez, como si estuviera buscando un adjetivo con qué definir el placer que prometía.

Estaba en el océano que separa el placer, de la duda y de la pena, porque fumar un cigarro como ese es una y no más. Tienes que almacenar las sensaciones y acordarte y sabes que fue  un rato exquisito, maravilloso cuando haces el ejercicio de memoria, tal y como estoy tratando de hacer yo ahora, pero el placer de fumarlo fue y ya no será. Los fumadores de cigarros sabemos eso muy bien: es lo que nos hace tardar en escoger, ante la bandeja del humidor, como un niño goloso delante de una bandeja de pasteles. ¿Qué cigarro me fumaré ahora y ya nunca más?

Con una capa como la de aquel cigarro que me brindó Eladio, regalado ceremoniosamente con dos manos y una inclinación, como si fuéramos dos samurais en la entrega de una catana, el placer de fumar comienza con la vista y el tacto. Y tanto sobé el cigarro, tantas vueltas le di de mano a mano, acariciando aquella preciosa capa, que Eladio me miró y me dijo con su voz profunda:

– Es un cuarto corte. – quizá esto merezca una entrada entera. O dos. Otro día.

Quédese con que la capa de Batman será un tercer corte como mucho. La capa de Eladio era la de Supermán.

– Maravillosa capa.

¡Y la semana que viene tendré otro igual! No podré fumármelo con Eladio (ya me gustaría) ni jugando al dominó en la finca de Don Chepe, pero lo voy a hacer a la salud de los buenos amigos de allá.

Y no pienso guardarlo para una ocasión especial.

Ese cigarro hará que la ocasión sea especial. Gracias Eladio.

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