Hay cigarros que se sueñan (8) - Burkina the revist

Hay cigarros que se sueñan (8)

VIENE DE LA SÉPTIMA PARTE

Hay cigarros que se sueñan, pero los sueños no se construyen en el subconsciente sólo con la hermosa yesería de los deseos, tan llena de arabescos, de formas geométricas y fantasías. Se necesita una cantidad generosa de piedra sólida de conocimiento, del firme ladrillo de la ciencia de los años y de la experiencia. Al fin y al cabo, la del cigarro es una manufactura que se debe al tiempo, que es su ingrediente más costoso y esencial. Por eso, el sueño debe cimentarse en lo que a uno le ha enseñado ese tiempo, para construir sobre el suelo firme de la certidumbre, aunque a menudo se presente ante los ojos envuelto en el vaporoso traje inconsútil de lo que se imagina.

El inventario de la fábrica de Davidoff, en Villa González, Valle del Cibao, República Dominicana, está repleto de tabaco clasificado con minuciosidad de entomólogo por piso foliar, variedad de semilla, zona de cultivo y año de cosecha. Es ahí, constreñido en pacas de arpillera, que el tabaco sigue trabajando durante años para ofrecer la calidad que se le exige para que, después, el maestro de ligadas, Eladio Díaz, dé al sabor de Davidoff la consistencia que su nobleza obliga, el mismo sabor que defiende en los mercados desde que, en 1989, salieron de Cuba para fabricar en la Hoya del Caimito, en Tamboril.

– Es el mejor cigarro que he probado en mi vida – le había dicho Zino con su arrugado rostro, indudablemente eslavo, al fumar la primera muestra.

Ese sabor.

El que se lanzó al mundo en Nueva York, en 1990, en el edificio Panasonic y que en menos de un año pasó de tres a seis millones de cigarros.

Ese sabor, y no otro.

Es probable que ese almacén guarde más pacas de lo que es admisible a los ojos de los financieros que, a pesar de no tocar nunca la materia prima, se afanan en hacer posible el producto manufacturado, con sus tablas y gráficas llenas de fríos números. Pero la calidad sin tacha no sabe nada de finanzas, no responde a las leyes de la economía ni de la física.

Sólo sabe de tiempo.

En el mercado de cigarros premium lo que se pone a la venta no son sólo las hojas de una planta, ni siquiera el intrincado proceso que, con la participación imprescindible de doscientos pares de manos, acaba convirtiendo esas hojas en unos minutos de placer para un consumidor lejano. Lo que compran los aficionados al cigarro no es sólo tabaco procesado, sino tiempo, el que sea necesario para desde el centro de sus tripas, les llegue el mensaje que se escribió en 1989.

Por eso, un cigarro es una cápsula del tiempo.

Un tiempo maleable, convexo, que pertenece al fumador y que se lo dedica a sí mismo.

Un tiempo lleno de belleza.

En ese difícil equilibrio se mueve la industria tabaquera. Veinte millones de francos suizos en tabaco parado pueden significar un inasumible coste financiero, pero es, además, una imprescindible inversión en tiempo.

Eladio Díaz, responsable de vigilar que ese tiempo tan costoso se convierta cada año, inexorablemente, en el sabor de Davidoff, guarda en su cabeza una copia exacta del mapa del almacén de pacas. Así, su imaginación vuela en sus sueños por ese laberinto de amplios pasillos y repasa, mientras duerme, las etiquetas garabateadas con los nombres y apellidos del tabaco constreñido en la arpillera: Viso, ligero, San Vicente, Olor, Piloto, semilla híbrida, Jicomé, Navarrete, Mao, año 97, año 94… Cada uno de ellos, es un tabaco irrepetible, cada uno de ellos responde a su terroir aportando fortaleza, sabor y aroma y todos ellos, en infinitas combinaciones, garantizan la consistencia, pero, al mismo tiempo, pueden ofrecer algo distinto, algo nuevo que no se haya fumado nunca, como el cigarro conmemorativo de su sesenta cumpleaños.

Eladio miró la parpadeante luz de su monitor y repasó la fórmula soñada:

– Un poco estrafalario –pensó–, pero puede que funcione.

Y mientras esperaba a que sus colaboradores le trajeran las muestras, siguió catando la nueva capa habano de Ecuador, el proyecto 702, a la que ya había dado el visto bueno.

SIGUE EN LA NOVENA PARTE (aún sin publicar)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio utiliza cookies para ofrecerle una mejor experiencia de navegación. Al navegar por este sitio web, acepta nuestro uso de cookies.