Mi nombre es Legión - Burkina the revist

Mi nombre es Legión

La cosa marcha bien.

El viernes 12 de febrero, la entrada «San Valentín, un mierda» fue leída por ¡242 seres humanos! Todos ellos, según Google Analitics, con dos ojos. Es que Google Analitics es la leche ya. Lo sabe todo. Hasta si te ha mirado un tuerto.

No es el caso.

Si alguno de ustedes es tuerto, me acepte las disculpas por el chiste e inmediatamente dimito de candidato a Presidente de Gobierno de Mandrilia. Faltaría más.

En el lado malo, todo artista (y yo soy como la Pantoja para eso) necesita su aplauso. Si Burkina batió todos los récords de visitas, tengo que decir que todo este tráfico, todo este turismo fue un poco de alpargata. Coño, que no se dejaron ustedes ni un euro, payos. Vinieron a Burkina con el bocata hecho de casa.

¡Hagan clic en el «Me gusta» por lo menos! Si les ha gustado, claro. Alimenten un poco mi alma de artista, tírenme un sujetador de vez en cuando, aunque sea XXXXXL.

Lo tienen ustedes abajo. Ahí, donde sólo hizo clic el bueno de Adolfo Caparrós, que no es ni mi madre ni mi tía Carmen. Es un compañero de carrera.

Denle al me gusta, por favor. Gracias. Está abajo.

Yo, por solidaridad, dedico siempre cinco minutos a todo el que me llama para venderme algo. Creo que, hoy día, es el trabajo más cabrón que uno puede tener: por dos perras andar importunando a los mandriles en su jaula. Los mandriles son muy maleducados, en general. No saben decir que no con educación. Con lo fácil que es un «Muchas gracias, pero no me interesa«. Sin calentones. En Burkina es lo que hacemos. Llama el Sr. Jazztel, y llama mucho… ¡Llama todos los putos días!… Y todos los días se le dice: «Muchas gracias, pero ahora no me interesa«. Y después se le desea un buen día, a sabiendas de que no lo va a tener porque la mayoría de las «personas» le van a mandar a tomar por el culo en cuanto diga: «Buenos días, soy el sr. Jazztel«.

¿Qué se le va a hacer? En todo Belén hay una mula y un buey.

Y curro desde mi casa, así que imaginen si atiendo a gente por la mañana. El otro día llamó uno que me dijo: «Mi nombre es Legión, porque somos muchos«.

Muchos y mal pagados.

Hace poco llamó una mujer preguntando por la señora de la casa. ¡La señora de la casa! Así dicho, al principio, pensé que preguntaba por mi abuela.

¿La señora de la casa? – pregunté con extrañeza. No es que mi mujer no sea una señora, coño, es que NO es una señora. A ver si me explico. Es mi mujer, no una señora. Suena entre chiste de Forges y película de Cine de Barrio presentada por Paradita.
– contestó dubitativa. La voz era de una chica joven y sospecho que ni ella misma estaba convencida de la fórmula de entrada que le habían impuesto-. Llamo del Centro de Belleza Talycual– no recuerdo el nombre, si no lo pondría.

Estuve a punto de decirle que, dada la situación, los roles de género de los años cincuenta en mi casa estaban invertidos y que la señora de la casa era yo, pero en vez de eso, me salió un:

Y, dime una cosa, ¿acaso los hombres no tenemos derecho a la belleza?

Así que, entre risas, la chica ya mucho más relajada, me hizo un largo relato de las interesantísimas (e ininteligibles) ofertas en belleza que tenían para mí. Me acogí a la que mejor me pareció de todas, o a la única que entendí, un tratamiento antiaging baratito (antiedad) que, como decía Gila, ha servido para ponerme la cara de antes de ayer.

Porque ese es un problema que yo tengo. Que no sé decir que no. De hecho, ahora he cambiado de proveedor de luz y gas. Me hicieron una oferta que no pude rechazar. Es un poco largo, pero lo voy a contar que es lunes y ustedes no tienen ganas de trabajar hoy.

Verán. Yo cocino. No tan bien como mi mujer. Pongo lavadoras. Quizá menos que ella. Recojo la cocina y me hago cargo de mis hijos tanto como ella. Y, bueno, estas afirmaciones me van a costar una bronca, pero las tareas domésticas están más o menos repartidas en mi casa. Como tiene que ser. Los dos trabajamos, los dos pringamos.

Eso sí, el bricolaje sigue siendo un rol de género masculino. Y esa tarea, doméstica también, no se comparte. Y yo no entiendo por qué, porque les voy a decir una cosa, yo soy un artista, un rapsoda, un peatón del Mar Rojo, y con el martillo y el taladro tengo más peligro que una piraña en un bidé.

Pero un año por mi cumpleaños me cayó la Black & Decker. Ahí está.

Que se me ocurra a mí regalar un robot de cocina. Ahí lo dejo.

Así que la manilla de la puerta del cerramiento de la terraza, 16 años después, se rompe y eso cae en mi cesto. Para mí es como un ideograma chino. Yo lo miro como quien mira una cúpula de Barceló. Pero, vale, después de un largo periplo que no voy a contar, porque ni soy Jasón ni la manilla es el Vellocino de Oro, aunque a ratos me lo pareció, llegué a casa con una pieza que parecía que podía valer y me enredé a cambiarla.

¡Ay Manolete!

No sé qué toqué que desencajé la puerta y ya ni entraba en su quicio y no había manera de colocar la manilla en su sitio ni la madre que lo parió y en ese momento, llaman a la puerta.

Era el de Unión Fenosa.

Mira, yo te atendería, de verdad, pero tengo curro que entregar y estoy liado intentando arreglar la manilla de la puerta de la terraza, que no doy con ello, y se me va a ir la mañana. Lo siento de verás. Ven otro día – y se lo dije con honesta voz de pena y pidiéndole misericordia.

Tanto… Tanto… Que me dijo.

Yo antes era cerrajero, si quieres le echo un vistazo.

Así que ahora soy de Unión Fenosa.

A muerte.

Iberdrola ni te acerques por mi casa.

¡¡UNIÓN FENOSA!!

He puesto una foto del comercial en el salón de casa. Y sí, la tarifa es más barata. Como la de todos.

Cuando entren ustedes en un estanco y se les acerque una chica (generalmente son chicas) y les pregunte si es usted fumador… Porque tienen obligación de preguntar esa idiotez primero, no es que sean idiotas (los que son idiotas son los que creen que la publicidad y la promoción del tabaco es una especie de magia que se idea para atraer al mal a aquellos que odian el tabaco y no para los que ya fuman)… Cuando se les acerque esa chica y les pregunte si es usted fumador, sea amable.

No les cuesta nada.

Incluso, ¿por qué no?, háganle la promoción. ¿Qué tienen que perder? Yo siempre la hago. No me importa. Me regalan un mechero que luego no acepto. Una chica joven me dedica cinco minutos de su vida. ¿Qué mejor regalo?

En Mandrilia, los que son Legión son los groseros. No se unan a ellos.

8 comentarios de “Mi nombre es Legión

  1. Hormon dice:

    A mi amiga , una mulata de Burkina harto conocida, la expresión : «Me gusta»… le lleva a una tremenda confusión y esfuerzo: en momentos íntimos con su amado le dice «Facebook!». Se trata de una asociación de ideas fallida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio utiliza cookies para ofrecerle una mejor experiencia de navegación. Al navegar por este sitio web, acepta nuestro uso de cookies.