Todo bicho que se arrastra por la tierra y le da la espalda al sol, está ya de regreso: la procesionaria y yo, cada uno a sus labores, aunque a decir verdad yo no he dejado de trabajar en toda la Semana Santa, no por afición, sino porque tenía un compromiso ineludible que cumplir.
Y he cumplido, claro.
Parafraseando a Kazantzakis: «La vida son temas pendientes. La muerte, no«.
El día a día, que te lleva y te trae, me ha dado el enganche perfecto para escribir sobre otro tipo de cortapuros y por qué motivo yo no suelo usarlo. El perforador. Hay infinitos tipos, los he visto hasta en mechero y hasta en bolígrafo. Pero sirvan estos de ejemplo:
Me fui a comer un cocido con Jesús Llano, de la calle del Cardenal Cisneros, un querido amigo al que visito con frecuencia por prescripción médica. Me lo ha recetado la doctora Chufelmán como remedio infalible para la tristeza. Posología: un Jesús Llano 500 mg. cada cierto tiempo (sin abusar, que es adictivo).
Terminado el cocido (yo sopa, garbanzos y berza, que sigo a régimen), procedimos a darle candela a este Punch Regios Edición Limitada 2017 (VG Hermoso especial, 120 mm x 48). El whisky de atrás es de atrezzo, por desgracia. ¡Estoy a régimen y ni me acerco!
Yo no soy de los que busca fortaleza en el cigarro, normalmente, sino equilibrio. A mí no me importa que un cigarro sea suave, mientras tenga sabor y aroma. Lo que hago es intentar elegir el puro adecuado para el momento, en lo que uno no siempre acierta como quisiera porque son muchos los factores que, al final, influyen en que la fumada sea superior.
Estoy convencido de que todo cigarro tiene su momento y que el verdadero experto es el que sabe juntarlos para poder disfrutar al máximo.
Pero, claro, después de un cocido… Aunque yo no me comiera el momio… Era probable que la fortaleza de un Punch pudiera quedarse corta. Diga lo que diga Habanos, nunca he fumado un Punch que pasara de ser de suave a medio, al menos según mi humilde parecer y mi gusto, porque también esta apreciación es subjetiva y relativa y estoy convencido de que habrá a quien le parezca un cigarro más fuerte. A mí me gusta así y no creo que sea necesario meterle más chicha para que sea un gran cigarro.
Otro factor que influye en la fortaleza es la rotación del cigarro en la cava. Punch no es una marca de gran venta y, por tanto, su estadía en el estanco, vacaciones con todos los gastos pagados (a expensas del estanquero), le proporciona un añejamiento extra que también suaviza, redondea, da reposo, lima aristas, mientras espera su oportunidad de demostrar al fumador sus facultades.
Y aún le voy a añadir otro factor más: el especial añejamiento al que se someten las hojas de las ediciones limitadas cubanas.
Sumado el cocido a la identidad de la marca, más el añejamiento, Jesús cogió el cigarro y me dijo, con buen criterio: «Déjame que te lo corte yo» y yo, que soy muy disciplinado con los preceptos de mis maestros, asentí y aprendí. Jesús cogió el perforador y le hizo un agujerico en la cabeza, en lugar de cortar la perilla (que es lo que yo suelo hacer). La razón era evidente: ayudar al cigarro a que acumulara fortaleza.
Porque la fortaleza de un cigarro parejo se puede regular con el corte siempre que tenga un cepo razonablemente grueso. En este caso, un 48 que, por cierto, es un cepo cojonudo.
En un figurado es más fácil: más corte, menos fortaleza; menos corte, más fortaleza.
La metáfora es sencilla: imaginad un embudo. Pues eso mismo.
Antes de hablaros del resultado, os digo cuándo debí usar el perforador y no lo hice: en la cata ciega de Burkina en la que probamos el Brickhouse Mighty Mighty Maduro (6×60).
Si lo hubiera hecho, ese cigarro habría mejorado muchísimo, precisamente porque su principal defecto, la poca evolución y los sabores planos, se habría corregido obligando a un cigarro de CEPO 60 (que es donde está el fallo) a acumular fortaleza en la cabeza.
Las primeras caladas al Regios de Punch fueron dos hostias que no me las han dado ni en el boxeo. Por fin respondía al nombre, Punch (puñetazo en inglés), pero Punch Punch Punch. No me lo esperaba para nada.
Se lo dije a Jesús que me contestó: «Es fácil. Dame. Si estornudo, es que es muy fuerte«. Pasó el humo por la nariz y lloró como si le hubiera devuelto el jalapeño que me hizo comer él a mí en Jalapa, Nicaragua. La venganza es un plato frío, Jesús.
– ¡Hostia! -blasfemó.
Aguanté con ese corte toda la fumada sólo como confirmación práctica de la teoría del embudo, echando el humo por la nariz, como acostumbro, para comprobar si la fuerza bajaba o no a lo largo de la fumada, pero como no lo hacía (o si lo hacía era de forma muy poco perceptible), rebauticé el cigarro como Punch Recios, un puro que no es un Punch y que pega en la nariz, en la garganta y hasta en el pecho.
Solución: comprar el cigarro, quitarle la anilla, ponerle una de Sancho Panza o de Bolívar, dejarlo descansar en casa un año, por lo menos, y volver a fumarlo pero dándole un corte bien, al estilo de Lorena Bobbit.
Mi primera intención era no escribir sobre el Punch Recios, pero, después, pensando en la teoría del embudo y en la fuma del Brickhouse MM Maduro, pensé que podía bien servir de ejemplo de un tipo de corte que sirve, como he dicho, para regular la fortaleza del cigarro.
Tampoco es Lourdes esto, ¡eh! Que si un cigarro es paja, no se transforma en polvo.
Gran mención la de la rotación del cigarro en la cava, un factor importante y desconocido por muchos. En mi caso suelo girar los cigarros 90º cada 10-15 días, para que la humedad impregne y suavice por igual todas las caras de la capa, alcanzando posteriormente todos los niveles del puro –para generar un sabor más equilibrado–, y mejorando así el añejamiento.
Eso ya es muy profesional, Marc! Mucho. Yo no cuido tanto mis puros, ésa es la verdad, aunque no tengo tantos guardados… Procuro darles salida en su momento. Con respecto a la rotación es algo que siempre digo y, además, creo que los estanqueros deberían ponerlo en valor, ya que no lo pueden cobrar y tienen el coste financiero que supone tener una cava bien surtida, por lo menos informar al público, tal y como hacen las casas, que en su cava, en condiciones óptimas de almacenaje, hay una serie de cigarros que tienen un extra añejamiento que hace que el cigarro cambie y, según gustos, hasta mejore. Para mí que mejoran. Nos vemos pronto. UN abrazo
Pues Javier te tengo que decir que tenía pensado regalarle a mi padre el perforador Credo cuya foto está al inicio del post, pero después de leerte no lo voy a hacer. Primero porque a él no le van los puros de mucha fortaleza. Aunque entiendo que a mayor diámetro del perforador, menor fortaleza del puro. Y segundo porque después de leerte creo que es un poco desvirtuar al puro. Se supone que detrás de un cigarro hay una persona o un conjunto que ha estudiado su construcción meticulosamente y que han intentado plasmar en él sus ideas. Y también se supone que en principio el corte se lo han hecho con la uña, como creo que tu haces, o con un pequeño bocado, como creo que también hace mucha gente. En particular este es el caso de mi padre, que también lleva ya muchos años fumando y ciertamente el corte que le da con los dientes me deja flipado por su precisión. No creo que esos cubanos/dominicanos/nicas curtidos en mil batallas vayan con el cortapuros de guillotina en mano todo el día. Entonces, si ese puro lo han diseñado para un corte relativamente plano, pues considero que el perforador no deja de ser un poco perderte la esencia del puro o lo que el fabricante ha querido transmitir con él. ¡Ojo! que ya me ha quedado claro que esto es Burkina y aquí cada uno busca el placer a su manera. Pero bueno, yo como soy muy obediente y poco creativo pues lo entiendo así. Y si algún día a mi padre se le antoja un cigarro de más fortaleza, pues lo compro ex profeso y listos. Y si ya este artículo tuyo me había convencido, mira con lo que me he enconrado en Instagram: https://www.instagram.com/p/BpsWgD2HPci/
¡Saludos!
Jajajajaja, a tu padre no le vas a enseñar a tener hijos, Diego. Yo llevo cortapuros de cuchilla doble la mayoría de las veces, sobre todo cuando reparto cigarros entre los amigos, porque si no, me paso el rato metiendo la uña en el puro de los de los demás por el «córtamelo tú que yo no sé». Muchas veces se me olvida cogerlo, y eso que tengo mil, y entonces sí voy con la uña, excepto si es figurado que, como me enseñó Ángel García Muñoz, meto un poquito los dientes y tiro y si el cigarro está bien hecho, entonces va de lujo. El perforador, personalmente, no me gusta, prefiero el corte plano y en un figurado, incluso, hay veces que le doy dos cortes: uno al principio y otro, un poquito más, a media fumada. Pero hay tantos cortes casi como fumadores. Una vez, lo he contado por ahí, vi a un periodista francés que no cortaba la cabeza, sino que hacía una cuña al final del cañón y fumaba de lado, como una flauta travesera… No se debe sentar cátedra porque esto es cuestión de gustos, pero, bueno, un poco de medida… Si lo cortas torcido, quemará irregular; si cortas demasiado, te hace el efecto mojito/pelos del coño con la capa que se va desmembrando… En fin. Un punto medio.