Partagás Serie D nº5 y veinte mujeres valientes - Burkina the revist

Partagás Serie D nº5 y veinte mujeres valientes

Anoche asistí a una nueva cata organizada sólo para mujeres en el Club Pasión Habanos. Y, vosotros diréis: si era sólo para mujeres, ¿por qué estabas tú? Pues bien, amigos, os voy a decir por qué: por la noche, me hago llamar Loreta. ¿Vale? Fumamos un Partagás Serie D nº 5 (VG Serie D nº5, 110 mm x 50) del que voy a decir poco más que estaba como las fabes de la abuela del anuncio, es decir, de muerte. No abundo en detalles porque buscando su precio por la red (9’50 euros en estanco a día de hoy), me he encontrado con que la semana pasada, Ángel García Muñoz, mi maestro, ya ha publicado una precisa ficha de degustación en la páginas de Pasión Habanos.

Y si lo dice Ángel, evidentemente, yo callo y otorgo porque, como digo, es mi maestro y la ficha está clavada. Aquí la ficha.

[Ten en cuenta que para entrar, tienes que hacerte socio de Pasión Habanos, que es gratis y muy recomendable, así que no seas perezoso y da tus datos que te van a tener al día de las novedades de Habanos y de las actividades del Club].

Casualidad que el viernes pasado, con otro Serie D nº5, pero de La Gloria Cubana, estuve precisamente dedicado a una actividad diametralmente opuesta a una cata para mujeres: el Paso de Avutardas con los amigos, muy machotes, de Buenos Humos.

La de Pasión Habanos era para mujeres y el Paso de Avutardas es para hombres, una actividad divertida, nada inclusiva y bastante patriarcal, por supuesto, en la clandestinidad. Además, sin complejos, que es lo que demuestra la versatilidad del mundo del cigarro. También el Serie D nº5, centro de ambas reuniones, tuvo un comportamiento radicalmente opuesto: mientras el Partagás estaba delicioso, de La Gloria Cubana Serie D nº5 Exclusivo para España todo lo que voy a decir es que no es la fumada que mejor se ajusta a mi perfil. Y no es el primero que me fumo.

Aunque creo que sí va a ser el último.

En cambio este el Serie D nº5 es un Partagás puro y eso son palabras mayores. Al tacto se le nota que va bien de tabaco y ofrece los aromas y sabores clásicos de Cuba, sin llegar a la fortaleza exagerada que algunos atribuyen a la marca. El perfil de sabor es de medio a alto para una fumada de tres cuartos de hora que bien empleé sentado aparte de la actividad, con mi ordenador en las rodillas, escribiendo temas que están pendientes de entregar a esa gente que se empeña en pagarme (poco) por juntar cuatro letras. Mi David Cagigas me puso un vinito blanco de Rueda absolutamente delicioso… Este…

Y eché el rato. No sé si se puede decir de un cigarro algo mejor. Quizá un poco más entusiasmo: ¡Qué buen rato me dio el Partagás, centrado en mi texto, con las explicaciones de Colmena y Enmanuel Dupont de fondo!

Me encanta que se organicen estas actividades sólo para mujeres, estoy definitivamente a favor, pero siempre que no se enquisten, que su destino sea la extinción en un plazo medio sensato, y la incorporación de la mujer con normalidad a actividades de cata de cigarros y destilados sin género, porque estás son para mujeres, pero las otras no son sólo para hombres.

Siempre he pensado que algo que es tan rico para el segmento de la población masculina, el tabaco, tiene que ser exactamente igual, pero exactamente igual, para el público femenino. Sin ninguna diferencia. Y aún tenemos trabajo que hacer para que ellas se incorporen con normalidad al consumo y sacudirnos toda la caspa que adorna nuestros hombros de machotes irredentos: la búsqueda del placer no conoce géneros.

Hay trabajo. El esencial, borrar todo rastro sexual al hecho de que una mujer fume un cigarro, independientemente del cepo. Cuando oigo un comentario en esa línea casposa, siempre respondo lo mismo: «Si una mujer fumando un cigarro te suscita el recuerdo de una felación, ¿de qué te acuerdas cuando estás con cinco machotes dándole que te pego cada uno con tremenda pinga en la boca?«. Pues eso. Además, al fin y al cabo, ¿qué hay más masculino que una felación entre hombres?

A mí me encanta ver a mi mujer fumando un cigarro y el pensamiento que me suscita es el de la elegancia con que una mujer fuma, que no la verás en un hombre. Por cierto, mi mujer vino ayer a la cata con su amiga Araceli Temprado, que es fumadora habitual de cigarros.

Necesitamos más Aracelis y más Beatrices y menos ración de las dos lerdas del culo del vídeo musical de abajo que van de modernas y liberadas y resulta que hacen lo mismo que Sarita Montiel en los 40, pero con la ventaja de que ellas sí pueden salir medio en porretas para poner cachondo al personal.

DI NO A LA FELACIÓN

Otro error bastante común en este mundo dominado por hombres, y que encierra un micromachismo repugnante, es el pensar por sistema que a las mujeres hay que ofrecerles cigarros en formatos pequeños, cepos finos y sabores suaves. ¿Por qué? A todo el que se asoma por primera vez al cigarro premium, sea hombre o mujer, hay que iniciarlo con puros que sean fáciles de entender y de fumar, que no les tumben, que tengan buen equilibrio de sabor y fortaleza, pero, una vez que el personal va desarrollando su propios gusto, el hecho de ser mujer no impide sacarle todo el jugo a una Lusitania. He conocido mujeres que se fuman unos pepinos a los que yo, que me gusta más la fortaleza media, ni me acerco. Mi madre misma, Begoña Urgoiti, es fumadora eventual de puros y la fortaleza no le arredra: le gustan los tabacos con chicha. Es verdad que mi madre es de Bilbao, y eso es la hostia, pero os aseguro que no tiene pelos en los huevos. Que yo sepa.

Visto así, con el marchamo masculino que tiene aún nuestro mundillo, hay que reconocer cierta valentía en aquellas que se atreven a encenderse un cigarro en público. No sorprende nunca que lo haga un hombre pero aún llama la atención que lo haga una mujer y es algo que, más en estos tiempos que corren, me parece tan anacrónico como absurdo. Los tiempos del fumoir, por fortuna, ya han quedado atrás. Cuando los hombres se retiraban a una habitación para fumar sin presencia femenina no lo hacían por no someter a sus mujeres al humo del tabaco, sino por mantenerlas aparte de todo lo bueno que trae consigo compartir un cigarro: una buena conversación sobre política, por ejemplo, un buen destilado, un rato de camaradería a la que las mujeres no estaban invitadas. Esto ha cambiado. Contaba Luis Carandell que, en una ocasión, el canciller alemán Otto Von Bismarck pidió permiso para fumar a la dama con quien compartía viaje en tren. «¿Le molesta el humo, señora‘», le preguntó con exquisita educación.

No lo sé – contestó la mujer-. Ningún caballero ha fumado nunca en mi presencia.

Bismarck fue un gran hombre. Unificó Alemania alrededor de Prusia, frente al poder de Austria, fumaba cigarros y murió en 1898. Alemania se ha separado y unido un par de veces desde entonces y los hombres hoy demostramos educación tratando a las mujeres como lo que son: iguales.

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