Davidoff Grand Cru o la teoría de la delegación del placer - Burkina the revist

Davidoff Grand Cru o la teoría de la delegación del placer

Davidoff Grand Cru o la teoría de la delegación del placer

Siempre tengo al Urgoiti llorando que escribo poco en mi sección y se debe principalmente a tres razones. La primera, y más importante, es que no suelo tener nada que decir. Las otras dos corresponden más al día a día y son cansancio y poco tiempo. Quizá estas dos últimas razones se solucionen pronto. Hoy por hoy, estando de viaje y descansado, sí que me apetecía compartir algunas experiencias con vosotros.

Al finalizar una cata de las que organizamos en la sede de Pasión Habanos, una vez que comenzó el soliloquio habitual de los asistentes, Javi, haciendo referencia a una película, nos comentó algo acerca de un señor que fumaba por medio de otro… O algo así. La verdad que suelo ponerme la Kiss FM cuando habla, pero creo que entendí parcialmente la idea que comentó.

QUAI D’ORSAY Y CAGIGAS

Supongo que unos tienen que aplicarse para que los demás disfruten. Algo parecido a la vuelta ciclista a España, ver a estos ciclistas subiendo pendientes imposibles mientras estamos confortablemente sentados, reconozcámoslo, nos pone. Que sude otro.

Algo parecido me ocurrió en Pontevedra, en abstracto por supuesto, y es que estando en el hotel a eso de medianoche repentinamente empecé a escuchar gemidos femeninos procedentes de la habitación contigua. Ni que decir que las paredes eran de papel y lejos de molestarme, con los gemidos de ella casi podía sentir los embistes de él, terminando el tema en que no sincronizamos el orgasmo los tres por cuestión de segundos.

FUMAR FRENTE AL MAR

Todo esto es ficción y dramatismo para engancharos y que sigáis leyendo, aviso, no vaya a ser que ahora llenéis todos los hoteles de Pontevedra. Quiero decir que voy a intentar aplicarme yo para que lo fuméis vosotros y, por supuesto, lo disfrutéis (sin que lleguéis a mucho más).

Davidoff Grand Cru, o mas bien la situación en la que fumamos, es un ejemplo de lo maleable que puede ser el sentido de nuestra percepción porque mi visión de este tabaco que, en su día, me pareció aburrido, ahora ha cambiado. Está muy bien construido, dominado por el «sancta sanctorum» de la constancia, pero yo lo encontraba poco evolutivo. O, por lo menos eso me pareció en su momento.

Y es que no es lo mismo fumar un tabaco, el que sea, a dos horas de entrar a trabajar que hacerlo frente al mar, observando el suave vaivén de las olas, con esa luz del norte que no ciega pero que te obliga a entrecerrar los ojos, con el sol tibio pegándote de lleno y una brisa fresca y constante envolviéndote.

El tema cambia. Y cambia mucho y con él la percepción del tabaco.

CAMBIOS EN LA FUMADA

Es cierto que es constante pero no tanto como lo venden, ya lo siento, porque hay cambios en la fumada. Pocos, pero los hay. En frio, ya se empieza a apreciar un suelo de bosque húmedo más que tierra y unas especias dulces que se tornan más frescas hacia el último tercio donde se convierten en hierbas secas aromáticas. No falta cierto toque de regaliz.

Desde el primer tercio además de este suelo de bosque, ya se aprecia la nota de madera dulce, muy agradable, tengo que decir, por su delicadeza. Especias dulces estilo canela, frutos secos que llevan quizá más a la nuez y un primer despliegue, tímido aún, de torrefactos de tipo cafetero.

Durante los siguientes tercios se torna más tostado desarrollando ya plenamente las notas de un café suave y cremoso, por la untuosidad que despliega el tabaco desde el primer tercio. Las especias, como he dicho, pasan a ser más frescas, de hecho se mezclan con cierta sensación de hierbas aromáticas tipo hierbabuena, incluso albahaca. Y todo esto contemplando un mar que, al igual que el cielo en ese día, era totalmente azul que también aporta por cierto.

Yodo, por supuesto, aunque no sé ni para que comento algo tan obvio.

EN BOCA

En cuanto a la boca, también se observa una evolución en el Grand Cru. Del inicio de fortaleza suave va progresivamente aumentando a media y media alta, incluso hasta alta en el último tercio. Una tanicidad fina, redonda, una cremosidad altísima desde el principio de la fumada y un toque de amargor que se aprecia sobre todo en el último tercio.

En esta ocasión tengo que decir que este Davidoff Grand Cru Toro es delicioso. Quizá cambie la situación del próximo que fume y diga lo contrario. ¿Qué le vamos a hacer? Así de voluble es nuestra percepción: hace que un día rayemos en lo sublime y, al siguiente, nos arrastra sin piedad por el suelo.

Espero que nadie que haya leído esto haya llegado a gemir. De hecho, lo dudo pero tengamos en cuenta factores como qué fumamos y en qué condiciones; qué nos cuentan los demás y qué percibimos nosotros. Pero, sobre todo, relajaos al fumar… O intentadlo. No sé si soy muy de los que piensan que fumar relaja. Desde luego, en mi caso, en más de una ocasión he empezado a fumar de mala leche y he terminado el tabaco igual.

Para terminar, sólo diré que bienvenidos a la teoría de la delegación del placer.

Nota aclaratoria. La película a la que se refiere David Cagigas es «El sueño eterno»:

8 comentarios de “Davidoff Grand Cru o la teoría de la delegación del placer

  1. vicente dice:

    Buenísimo como siempre, tengo ahí uno que lleva tiempo haciéndome ojitos y creo pronto caerá, pero no voy a delegar el placer, no me fio de nadie así que delegaré en mi mismo que me fio más jejejej , un abrazo

  2. Luis Javier Lopez Perez dice:

    Me lo fumaré frente al Mar, seguiré tu consejo de no delegar, pero me permito ser arrogante y darte uno, escucha siempre con atencion al catedrático Urgoite, es un auténtico oráculo de ciencia y más si habla de tabaco. La pena es que no deje negro sobre blanco todo lo que sabe.

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